Por: Julián Zapata, Santa Putricia
¡Marica! ¡Maricón! ¡Loca! ¡Pluma! Insultos tan usados para denigrar de todas aquellas personas, que como yo, no encajamos en la normatividad binaria, que nos salimos de esa ley impuesta de masculino y femenino, de imposiciones en las que si eres niño solo puedes jugar a ser como un “guerrero”, fuerte y que no llora, o si eres niña como “princesa”, delicada y frágil que debe ser rescatada.
Los insultos están hechos para destruir. Las palabras tienen mucho poder, y en nosotras está la fuerza y la capacidad de transformarlas para nuestro bienestar o de dejar que nos desmoronen. Yo tenía dos opciones, aguantar los insultos en silencio, sufrir por ellos, vivir con miedo y encerrada, o hacerles frente y asumir que los podía convertir para mi bien -y el de otras personas- y decir: ¡Sí! ¡Soy MARICA! ¡Con mucha fuerza, mucho poder y mucho orgullo de serlo! Por eso creo en el empoderamiento de las palabras: Puta, Bruja, Grilla, Perra, Marica como forma de resitencia.
Así entendí que todas las personas que hemos estado sometidas, dominadas, invisibilizadas y perseguidas en una sociedad machista, patriarcal, todas las que como yo somos Maricas, Brujas, Putas, Grillas, Perras, Zorras, Fufas, somos poderosas y tenemos el poder de transformar el mundo en un lugar más igualitario, un mundo para TODAS las personas.
Foto: Felipe Alarcón Correa