Por: Laura Benítez
Estuve en un espacio muy poderoso con varias mujeres y una de ellas contó su historia, a grandes rasgos, ella se casó con un man que la maltrataba psicológicamente todo el tiempo, tuvo dos hijos con él, durante este tiempo estuvo involucrada con su compañero de trabajo, el tipo también estaba casado y tenía hijos. Ella se separó, pero el man no quería dejar a su mujer así “no la amara”.
El caso es que esta chica cansada de verse envuelta en esa situación tan tormentosa, decidió mandarle unas fotos a la esposa del tipo y entre mil “eventos desafortunados” que desencadenaron de hacer eso, sus “amigas” decidieron dejarle un mensaje por el grupo de WhatsApp en el que le decían que era increíble que ella le hubiera contado a la esposa del man, que ella era una “Rompehogares” (el tipo no, obviamente) y que no querían ya tener una amistad con ella.
Cuando escuché esto sentí un gran desconsuelo porque me puedo identificar totalmente con lo que dice, no porque hayamos tenido la misma historia, sino porque muchas veces hemos sido castigadas por otras mujeres por no cumplir con los mandatos de una sociedad machista, en donde si no eres del tipo de mujer que juega a ser la mujer sumisa, callada, bruta y (lastimosamente) sin ilusiones, no puedes sentarte con ellas, porque no eres digna, porque te falta algo, porque tú puedes llevarlas a sacudirse y les gana más el miedo de “perder todo lo que han construido”.
Estoy segura que si hacemos una encuesta y preguntamos que si alguna vez una amiga, que consideraban amiga de verdad te hizo algo terriblemente malo el 100% de las encuestadas dirían que sí, mientras que si lo hacemos con hombres, no creo que sea tan certero el resultado, ¿Por qué pasa esto? ¿Será que las mujeres “nacimos con un chip” para odiarnos entre nosotras? No creo.
La verdad he leído bastante del tema y lo que he entendido es que la mala relación entre mujeres tiene todo un contexto histórico.
Anteriormente vivíamos en un mundo en el que para poder salir, tener dinero, trabajar y hasta vestirnos, dependíamos enteramente de un hombre, (por si no lo sabían, hace apenas 65 años podemos votar las mujeres en Colombia), entonces, ¿cuál era la única manera que teníamos para salir de nuestras casas? Pues consiguiendo otro hombre, entonces, la causa directa que trae esto es que estemos en una competencia directa todo el tiempo y que además, envidiamos a quienes han logrado lo que nosotras no.
“No nos relacionamos bien entre nosotras cuando nos comparamos, competimos, nos relacionamos desde la envidia y tal vez estos patrones de relación los aprendimos de nuestras madres y nuestras familias. Cuando nuestro nivel de conciencia está más en el ego, nos relacionamos con los demás desde el miedo a no ser aceptados y por eso generamos rivalidades. También porque culturalmente nos cuesta comunicarnos asertivamente y a veces hablamos a espaldas lo que nos molesta y esto genera mayor conflicto, en vez de expresarnos abiertamente lo que sentimos. A veces nos mostramos complacientes en la comunicación y por no generar confrontaciones, nos callamos sentimientos que más adelante salen de manera inadecuada”. Ángela Cardona, Psicóloga especialista en Terapia Gestáltica y directora de un hermoso proyecto llamado “Mujeres Brillantes” se ha dedicado a estudiar la relación de las mujeres con ellas mismas y con su entorno, le preguntamos sobre el tema y nos responde dando una mirada más desde el ser.
Y, teniendo en cuenta lo que dice Angie, ¡Obvio!, ¿cómo no vamos a ser inseguras si todo el tiempo nos están imponiendo cómo debemos ser?
Recuerdo mucho cuando estaba en quinto de primaria, (me había pasado de colegio el año anterior, a mis 10 años tomé la primera peor decisión de mi vida), entré a un colegio en donde todo el tiempo me sentía mirada y catalogada. Antes de eso amaba leer, tenía unas gafitas redondas de carey y me encantaba peinarme de dos trenzas, siempre me ganaba el premio a “mejor compañera”, amaba ir a clase de teatro y pasaba los descansos leyendo, cuando llegué a este nuevo colegio el primer comentario que me hicieron fue “¿Cierto que usted es nerda?” Nunca en mi vida había escuchado esa palabra, cuando supe lo que significaba me sentí muy mal y dejé de lado todo lo que me gustaba para encajar y algún día ser siquiera mirada por las “niñas play”, las que ya salían con amigos e iban a discotecas para menores.
Nada bueno salió de eso porque, NUNCA fui lo suficiente para tener amigas verdaderas, siempre había una que se burlaba de mi, o intentaba cortarme el pelo a escondidas, hasta me tiraban balonazos “amistosos” que me hacían llorar infinitamente cuando llegaba de nuevo a mi casa. Lo curioso es que todo eso empezó a crear en mi una mujer odiosa, criticona, mala carosa y fue en ese momento cuando comencé a tener “amigas”.
En mis 20 años no es que haya sido muy diferente, por mucho tiempo tuve un grupo de amigas que quise muchísimo y con las que me sentía cómoda, pero también sentía una enorme presión por tener una pareja a costa de lo que fuera. En esa época tenía unas amigas “plays” y otras “alternas”. Creo que todas estábamos en un “despertar sexual” muy mediado por los deseos de los hombres, todo se sumía a que no fueran a decir nada malo de ninguna, y siempre había una “amiga” (generalmente era la que tenía novio o la que más había tenido) que nos decía a las demás cómo debíamos comportarnos, la clave era que nunca pareciera regaño sino “consejo”, con comentarios tipo “¿no te da susto que ese man te quiera para comerte y ya?, ¿qué van a pensar de ti?”
Con mis amigas “alternas” era todo más deshinibido, no nos importaba tanto ese tema, sin embargo, por dentro me estaba muriendo porque muchos hombres me pararan bolas para poderles contar a ellas, no sé, hablábamos mucho tiempo de eso, ¿sano? de ninguna manera, pero siento que de mi parte al menos, era una gran competencia por ser la más mirada, a la que más le “echaban los perros” por Messenger o a la que le dijeran más “piropos”.
Siempre he tenido mucho miedo a que me hagan “la ley de la indiferencia” es como ese momento en el que peleas con alguna y todas las demás te empiezan a dar la espalda disimuladamente, es como un código en el que nadie opina pero todas sabemos del lado de quién estamos. La verdad es que esto sigue siendo algo que se ve muchísimo, es como si les fallaras por romper con una de las reglas básicas: no comerte a más de tres tipos en un mes porque PERRA, no llevarle la contraria a la amiga líder que siempre lo sabe todo porque TRAIDORA, no hablar mucho de tu ex porque CANSONA y todo se hace bajo dos modalidades: un silencio sepulcral después de haber dicho algo que no debías o un grito delante de las demás para que entiendan que eso no se hace. Amiga, replantéate si esto te está pasando o si tu eres la que lo hace, ya no estamos para juzgarnos por las cosas que hacemos sino de unirnos.
En este momento de mi vida ya no tengo grupitos de “amigas”, salgo muy poco, hablo lo necesario y no me interesa hablar de cosas que me hagan perder el tiempo. Dejé de esperar que algún día una de tantas de las que me hablan por WhatsApp se dignen a aparecer y me quedo con las que sí lo hacen, con las que me río hasta el cansancio cuando les cuento mis andanzas. Con las que una copa de vino se convierte en tres botellas y no hay necesidad de esperar que se repita el plan “obligado” de cada quince días, sino que todo se da con sinceridad y cuando fluya, o cuando nos de la gana.
No sé si es la edad o qué, pero hoy en día, ya no me interesa tener amigas a medias, prefiero estar sola. Si quieres ser mi amiga, búscame, pregúntame cómo estoy (con sinceridad, no con ganas de chisme), hazme espacio para que nos podamos ver, estoy harta de tener amigas que siempre me dicen por WhatsApp, “Te quiero mucho, veámonos” y de ahí no pasa.
Todo esto fue muy difícil de escribir para mi, pero lo hago porque quiero que hablemos las cosas como son, en este momento en el que el feminismo ha alcanzado niveles impensables, no es necesario seguir validándonos bajo un solo esquema de amistad en donde una dice y las otras obedecen, donde nos llamamos al otro día a contar las cosas tan “terribles” que hizo esa chica en el matrimonio de Juli y dejarla por el piso o rodear a la niña de quinto que tiene gafas y lee en los descansos. ¡SOMOS MÁS DE LO QUE NOS QUIEREN HACER VER, DESPERTEMOS CHICAS!
Claro que podemos ser amigas reales, feministas, sororas, no tengas miedo de soltar a tus amigas tóxicas, estoy segura que si lo haces, van a llegar personas valiosas a tu vida que entenderán quién eres y estarán ahí para decirte la verdad cuando la cagas, sin pendejadas ni dobles sentidos, y que te abrazarán cuando llames por fin al tipo que te gusta desde hace un año.
Las dejo con esto que nos dice Angie, varias cosas que debemos tener en cuenta cuando estemos en esa búsqueda de amigas de verdad:
“La amistad sincera se construye con constancia, con empatía, alegrándome por los logros de mis amigas, celebrándolos y también acompañándonos en los momentos difíciles, sin juzgarnos, desde el amor incondicional. Entendiendo que cada mujer es hermosa, reconociendo las capacidades y talentos, relacionándonos desde la admiración y la sororidad, escuchándonos, abriendo nuestro corazón en una relación íntima donde puedo confiar y pueden confiar en mi. La amistad femenina se construye en el día a día, con detalles, compartiendo momentos especiales, aprendiendo a dar y recibir amor de manera incondicional y en un equilibrio. Con una comunicación asertiva, clara, directa y expresando nuestros sentimientos y llegando a acuerdos cuando sea necesario. Dejando el ego de lado, sin competir, apoyándonos en el logro de nuestras metas y sobre todo desarrollando la capacidad de escucharnos y entendernos. Cuando varias mujeres se unen en amor y respeto, ¡son capaces de generar un estado de luz permanente en el mundo! Entonces la invitación es a utilizar esas capacidades”.