Es indiscutible decir que el 2020 ha traído con él una gran ola de destrucción, no solo por el virus que no quiero nombrar más, sino porque también ha puesto en evidencia la fragilidad y la violencia que rodea a las mujeres día a día. Tantas denuncias por acoso, abuso sexual y violación me hacen pensar en miles de cosas que han ocurrido a lo largo de mi vida, de la de mis amigas, de la de mis familiares, todas tan oscuras y naturalizadas que quiero hablar de ellas porque quiero que las nuevas generaciones no pasen por lo mismo y que se sientan seguras para hablar. No diré nombres, sólo contaré anécdotas porque siento que en este momento es más necesario el argumento que el tipo, porque si hablamos con nombres, el punto se pierde y empieza un tire y afloje que no me interesa. Quiero contar lo que ocurrió y cómo esto no puede seguir considerándose dentro de lo “normal”.
Para mí siempre fue de gran orgullo ser la “parcerita” de los hombres, la que sabía sus más oscuros secretos, la que sabía lo que hablaban de nosotras entre ellos, cómo se reían de las peladas que se comían, de las intensas, de las necesitadas, de las feas.
Estar en esa élite se sentía muy bien, y ahora considero eso un MACHISMO TOTAL de mi parte, pero que en ese momento significaba cierto prestigio. Recuerdo con mucho dolor cómo una vez en una finca un “amigo” hablándome de una amiga de él me decía que quería tener algo serio con ella pero que “había que pulirle muchas cosas”, entre ellas, por ejemplo, que quería que fuera más silenciosa, menos alborotada y menos llorona. Como si ella estuviera hecha de plástico y tuviera que programarse dependiendo del tipo con el que esté.
Estoy segura de que fuimos muchas las que escucharon atentamente esos relatos entre hombres en los que hablaban de la belleza de vieja que se había comido tal, de lo gorda que estaba aquella y de lo maluco que olía esta otra, todo entre risas y camaradería. Aquí un punto importante: sí, las mujeres también hacemos esto, hablamos de tamaños, acción, volumen y cuerpos y no me parece justo negarlo. Mi punto es justamente que estas conversaciones son violentas y que no está bien que sigamos viéndolo como algo normal. Creo que hablar de sexo es sano y necesario, pero deberían ser relatos diferentes, más enfocados en cómo ocurrió, en lo rico que se sintió, en que el tipo de verdad quiso complacer a la vieja y no solo taladrarla, en que ella también accedió a hacer cosas que al tipo le gustan sin necesidad de cuestionar o criticar su orientación sexual. Estas conversaciones deberían darse sin importar el género o el gusto, pero nunca con ánimo de categorizar ni de menospreciar a la persona, más bien se deberían centrar en cómo puede ser rico para todxs lxs involucradxs y cómo podría estar más enfocado en el disfrute que en la crítica o en el número.
Otra cosa que es importante resaltar aquí es esa creencia generalizada que sigue viva y es ver el acoso como un halago. El hecho de que muchos hombres me miren y me toquen quiere decir que soy muy linda y por eso no debería molestarme. ¿Qué tiene de malo que varios hombres me deseen? Ami, sí tiene mucho de malo, porque tu no vives únicamente para gustarle a hombres, porque nadie tiene por qué tocarte si tu no quieres y porque tu imagen personal no puede estar sujeta a que un tipo te quiera agarrar el culo o gritarte “mamacita” en plena calle. En una agencia de publicidad donde trabajé había un tipo que era el ídolo de los demás hombres porque siempre contrataba a las “más chimbitas”, era como un chiste de pasillo, no puedo decir que esto sí fuera verdad o con esa finalidad en particular, pero me parece grave que en esa área la gran mayoría fueran mujeres y que hubiera tantos que le celebraran eso. ¿Entonces yo tengo que ser linda para que me elijan en un trabajo? ¿Mis capacidades son menos importantes que parecerle linda a un tipo? Esto realmente es algo que hay que entender, no podemos seguir cayendo en esos facilismos de “yo amo que me digan que estoy muy linda en la calle” porque si lo vemos en un panorama más general, hasta nuestro trabajo podría depender de esto.
Si bien dicen que “los borrachos siempre dicen la verdad” no sé si en todos los casos aplica o bajo todos los contextos. Primero, no creo que todas las mujeres borrachas, casi inconscientes, que se van con un tipo lo hagan por voluntad propia: En mi caso no fue así varias veces, tampoco lo fue una vez que estaba casi dormida en un sofá lleno de gente y dos manes empezaron a tocarme y nadie hizo nada. Ante los ojos de los que estaban ahí, yo estaba pasando muy rico, y los tipos solo se quitaron porque una amiga de ese momento me quitó de ahí. La verdad debo decir que no recuerdo mucho de ese momento, a lo mejor lo disfruté, pero eso NO QUIERE DECIR que yo hubiera accedido a que eso pasara, y además estaba casi dormida. Queda muy claro el punto: el hecho de que alguien se emborrache no puede ser excusa para violentarlx.
Esto de la borrachera siempre saca un montón de cosas de los seres humanos. Hablando con mi pareja recordamos las muchas veces que los hombres (generalmente) tenían la costumbre de obligar a las chicas a que los besaran. Era terrible, había jalones, empujones, gritos de rabia y hasta insultos cuando una mujer no correspondía a sus exigencias. Me contó también de una vez en que uno de sus compañeros de apartamento llegó con una chica y en un momento el tipo, enojado, la sacó de la casa. Ella, muy asustada, empezó a contarles que el man le había echado cocaína en la boca mientras estaban teniendo relaciones sexuales, se asustó un montón, al tipo no le gustó y la sacó. Me contaba que ella estaba completamente ida, a lo mejor pudo ser solo un ataque de pánico o pudo ser algo peor, y en este caso no solo hablaríamos de una situación de abuso sino también de un intento de homicidio.
Lo otro es que también hay muchos hombres que se ríen cuando se acuerdan de las veces que emborracharon a alguna chica para que cayera más fácil ante sus encantos” . Nada más me acuerdo de una vez que presencié una conversación de varios hombres en la que todos con mucha risa decían que le dieran más trago a una chica para que “dejara de ser tan rogada”. Tuve muchísima rabia pero no hice nada porque tuve miedo de lo que pudiera pasar si los enfrentaba, al fin y al cabo una sola mujer contra miles de hombres. En estos días también recordé la vez que salí de un bar muy reconocido de Medellín y su dueño me dio una palmada en la nalga, dejó su mano ahí y me dijo al oído: “yo a ti te pondría a atender a los clientes especiales”. Pasó y no hice nada, y hasta me llegué a sentir halagada en un momento, ya solo repito esa escena en mi cabeza pensando en por qué no hice nada.
Recordar todo esto me heló hasta lo más profundo porque siento que no es la primera vez que escucho algo así, sé de muchas amigas cuyos familiares abusaron de ellas. También me acuerdo de la vez que a una compañera de la universidad su novio le gritó desde lejos PERRA, PUTA porque ella no se sentó a su lado. Yo solo me fui y la dejé ahí, tal vez porque tenía miedo, pero también porque no quería asumir esa “carga”. No sé, pero esto tiene cambiar. No podemos seguir mirando a otro lado mientras todo esto pasa frente a nosotrxs.
Algunas de las historias que cuento aquí no me sucedieron a mí, otras las modifiqué un poco para que no empiecen las cazanoticias a investigar quién pudo ser, o las tomo como mías porque no es algo que nos pasa en particular sino que nos pasa a todas y tenemos miedo de contarlo y de asumirlo, porque puede ser aún más doloroso.
Quiero pensar que todo esto que está pasando va a servir para cambiar la forma en la que nos relacionamos, en que nos vamos a ver y tratar como iguales, en que el sexo consensuado va a ser la regla y no la excepción. Si no, recordemos lo que dice aquel “rigger” en su live: “Algunas chicas me han dicho ‘yo no quiero que usted me toque ni me penetre’ y no las he tocado ni las he penetrado, otras me dicen ‘usted conmigo no hizo contrato y me terminó culiando’…jm, sí, realmente tal vez lo que pasa es que somos de carne y la carne es pecaminosa, mi negro”. ¡No! aquí todxs tenemos que estar bien enteraditxs de lo que está pasando, el “gozo” es por igual, el pecado es asumir que los demás quieren porque mi carne quiere y esto no es normal.